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Cercanías de Encinas Reales |
Era algo parecido a un almacén o
tienda de pienso para animales, el único lugar que vimos abierto en la zona
alta de Cuevas Bajas el día antes y donde compramos algo de leche, zumo y
bollería para el desayuno que disfrutamos a primera hora de este nuevo día.
Dejarlo todo recogido, cerrar la puerta, llave al buzón y comenzar la nueva
jornada de hoy, muy de madrugada, en una noche cerrada y con poca luz. Tiramos
de linternas para no despistarnos en esta salida entre parcelas con algún que
otro cruce que despistaba. Fue cruzar el Genil cuando se dejaba oír a lo lejos
una especie de música electrónica que rompía con lo apacible de la noche que se
nos iba. Al poco tiempo de acompañar al principal afluente del Guadalquivir, en
un recodo del río, se descubría una discoteca de verano rodeada de infinito
número de coches a su alrededor. Al menos el pueblo estaba libre de ruidos.
Una señal en la carretera marcaba
el 13% de desnivel que nos ponía a prueba y que tenía como meta Encinas Reales,
que no se dejó ver hasta última hora. Lejos de continuar rectos, el trazado de
las escasas flechas amarillas te hacía cruzar el pueblo zigzagueando. Fácil
despistarse, sobre todo a la salida del pueblo con un largo y fuerte repecho
que buscaba cruzar la autovía. Antes, en una churrería, el descafeinado de
Pedro y el sello oportuno que dejaba ver nuestro paso por el primer pueblo
cordobés desde nuestra salida de Málaga. En la mente, las palabras de nuestro
amigo-peregrino José Antonio Ortega que el día antes nos deseaba buena subida a
Encinas Reales y buen paseo hasta Lucena entre olivos y conejos, como a la
postre fue.
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Río Anzur |
Suave bajada entre olivos,
pisando buena pista y con la compañía del paseo de algún que otro caballista
con el que nos cruzamos. Llegó el momento de pasar el Anzur, de poca altura
pero de fuerte corriente. Unos pilones nos ayudaban a intentar no mojarnos,
dándole un poco aventura el que faltara precisamente uno de ellos. El no querer
parar hizo que al menos uno de los pies cayera en el agua. Nada grave, el calor
y el caminar lo secó en cuestión de minutos.
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Entre olivos |
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Pedro y la sierra sur cordobesa |
Seguir llaneando por tierras
replantadas de olivos y con la ya normal compañía de conejos y perdices, que
volaban veloces a nuestro paso y que harían las delicias de cazadores por la
gran cantidad que había. Una finca, amurallada en todo su contorno con una
preciosa mansión en su interior, era el punto donde volvimos a coger una subida
que nos acompañó durante más de ocho kilómetros. Se dejaba ver las preciosas
vistas de toda aquella sierra al sur de la provincia de Córdoba. Luego, iniciar
la bajada que nos dejaría a los pies del pueblo de Lucena, con su largo e
insufrible polígono industrial antes de la llegada. En el pueblo, sellar en las
oficinas de la policía local y dar por finalizada esta primera aventura del
camino mozárabe saliendo de Málaga capital. Quedaba volver a casa y empezar a
soñar con retomarlo más adelante. En estos cuatro días, la experiencia vivida
por esas tierras, su paisaje, lo poco frecuentado y, como no, sus gentes, hacen
que las ganas por volver permanezcan vivas desde el primer día que lo dejamos.
Espero volver pronto.
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Cerca de Lucena |
Bueno a pesar de la bandera.. pero valió la pena el camino, sitios andaluces que tienen su encanto...
ResponderEliminarBueno a pesar de la bandera.. pero valió la pena el camino, sitios andaluces que tienen su encanto...
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