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Avenida Rafael Cabrera |
Repasando la caja de cartón
virtual, donde en forma de píxeles guardamos las fotos en estos tiempos
modernos, me encuentro un batiburrillo de ellas sin orden ni concierto. Eran
nuestras vacaciones de 2010 y cada una de ellas traía recuerdos a color de Las
Palmas de Gran Canaria. Aquella máquina de retratar, dejó guardado nuestro
paseo por aquella ciudad, al igual que siglos atrás hiciera aquel llamado
descubridor, que paraba por allí antes de dar el salto a un nuevo continente al
otro lado del mar.
Y bajamos los escalones de
nuestra guagua en la avenida Rafael Cabrera, para nada más tener que cruzar y
toparnos con el recién rehabilitado teatro Pérez Galdós. Era difícil ocultar la
sonrisa de mi cara al ser recibido en su ciudad por el que, quizás, sea el
escritor que más haya leído a lo largo de mi vida.
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Perros de Santa Ana |
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Casas Consistoriales |
Sólo quedaba empezar a caminar
dirección sur y llegar al primer corazón de la ciudad: su Plaza Mayor dedicada
a Santa Ana. A un lado la catedral de Santa Ana, al otro las casas
consistoriales de las Palmas de Gran Canaria. Pendientes de todos los que pasábamos
por allí, ocho perros regalados a la ciudad y que el artista canario Víctor
Doreste, en su fabula Faycán, bautizó con los nombres de Aterura, Mogano,
Doramas, Tindaya, Bentayga, Tenoya, Tirajano y el ya nombrado Faycán,
protagonista de aquel cuento. Bien pendientes estaban ellos de cuidar de
aquella plaza, que años atrás, fue el primer asentamiento de aquellos que iban
a la conquista de América.
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Catedral de Santa Ana |
En la catedral mucha luz e infinidad
de capillas. A destacar el patio de los naranjos, con su exuberante vegetación
y su balconada superior tan típica de estos lugares canarios. Como
particularidad, el cuerpo incorrupto del obispo Buenaventura Codina, religioso
muy querido por su pueblo en vida, al estar al servicio de los enfermos
contagiados de aquel brote de cólera que se apoderó de la ciudad.
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El Galdós de la casa de Colón |
Ya en la calle, disfrutar de un
paseo por los aledaños al edificio religioso ya visitado. Puertas, balcones y
fachadas de colores las adornas y te hacen ver que estás en las Canarias. Descubrimos
la Plaza del Espíritu Santo, con una fuente con templete que fue el origen de
las canalizaciones de agua a toda la isla. En la plaza de San Antonio Abad la
ermita del mismo nombre, donde cuentan que oraba Colón en tiempos. En el pasaje
Pedro de Algaba, el gusto por las decoraciones de fachadas y lo bonito de sus
balcones. Lo acogedor de la plaza del Pilar Nuevo, con la portada del edificio
marcado como Biblioteca Colombina y que forma parte de la Casa de Colón. Y en
la calle Colón, la obligada visita a su casa museo, donde en su día nos encontramos
de nuevo con don Benito, en aquella famosa pintura de Sorolla (no sé si
original o copia) que adornaba los billetes de mil pesetas antiguos.
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Plaza del Pilar Nuevo y Pasaje Pedro de Algaba |
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Triana en Las Palmas |
Tocaba ahora dirigirnos al norte.
Por la calle San Pedro nos encontramos al Doctor Juan Negrín, que parecía
caminar con prisas en la misma dirección que nosotros. Camino que no era otro
que la calle Triana, el segundo corazón de la ciudad. Comerciales, gentes con
prisas, otros disfrutando de la mañana, de compras… Mucho movimiento de
personas con diferentes quehaceres que daban vida a este trocito de mundo, que
nada tenía que ver con lo visitado hasta ahora. En una de sus fachadas,
recuerdos de Sevilla por el hermanamiento de esta calle con el barrio de Triana
en los años de nuestra Exposición Universal. En la placa conmemorativa, mención
a la Hermandad de la Esperanza de Triana y al Hogar Canario de Sevilla con la
colaboración de los ayuntamientos de Las Palmas y el sevillano.
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Playa de las Canteras |
Había que coger un taxi en ese
momento, teníamos que llegar a nuestro tercer corazón de la ciudad con tal de
aprovechar lo máximo posible el día. La abarrotada playa de las Canteras nos
recibía y nos guardaba un huequecito para el esperado baño. Aquel lugar que
hace honor a su nombre al ser en su día la cantera de donde salieran las piedras con la que se construyera
parte de aquella ciudad, como puede ser el caso de la mismísima catedral de
Santa Ana. Quedaba sólo aprovechar lo máximo posible aquel sol y tan buena
temperatura, para terminar comiendo en alguno de los establecimientos que
poblaban su paseo marítimo.
Después de más de catorce años de
aquello, renace ese deseo de volver a pisar aquellas tierras para visitar tanto
lo que quedó pendiente como lo incorporado en los últimos años. La casa museo
de Galdos y el Pueblo canario, entre otras cosas. Como no podía ser de otra
forma, el encuentro con el buen amigo y peregrino argentino Eduardo, afincado
allí y al que le dedico este post con todo el cariño.
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