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Arco de Bará |
Conduciendo pegado a la costa
catalana, nos topamos con un arco romano. Es un arco de triunfo el de Bará y fue
el preludio a una mañana intensa de visitas, por una de las ciudades españolas
donde más se acentúa la presencia del imperio romano en la península. Desde ese
momento quise transitar por la vía Augusta antes que por la N-340. Y es que a
falta de seis kilómetros para llegar a Tarragona, no sé cuantos pasos romanos
serían, volvemos a tener muestras de Roma en un antiguo monumento funerario. A
pie de carretera se yerguen lo que queda de la torre de los Escipiones, de los
pocos que hay en buen estado dedicado al culto de los que partieron. Y
estábamos únicamente arrancando.
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Puerta del Roser |
Mi vía Augusta nos lleva al
corazón de Tarraco y ya llevábamos tanto plano como ganas de descubrir la
ciudad. Los derroteros de tener que aparcar, me llevan a atravesar la muralla
de la antigua ciudad caminando por la puerta del Roser, para dar a la plaza
Pallol. Nos empezamos a dar cuenta que Tarragona es Roma y es Medievo (muralla
romana y puerta medieval). Ultimamos algunos detalles en la oficina de turismo y
admiramos la ciudad a escala en una maqueta de lo que fue Roma en Hispania a
principios de nuestra era.
La carrer Major me lleva a la pla
de la Seu y tras unas escalinatas nos encontramos la catedral totalmente
rodeada de puestos de venta ambulante. Ya sea con mantas en el
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Catedral, soportales y fuente en Tarragona |
suelo, mesitas
de playa o en pequeños tenderetes, ponían a disposición de los que por allí
pasábamos libros, cacharros viejos, juegos de niños de antaño, monedas,
antiguos vinilos y un sinfín de recuerdos personales a la venta, que daban el
ambiente adecuado a tan magno edificio y utilidad a aquellos soportales con las
bases de sus arcos más grandes que quizás haya visto jamás. A los pies de sus
escaleras, robustas fuentes de piedra que abastecían de agua fresca a
aquellos vecinos en el paso de los tiempos. En la catedral había misa, así que
lo justito para no molestar a los fieles, intentando imaginármela primero como
templo dedicado a Augusto, como catedral visigoda luego y como mezquita árabe después
antes de convertirse en templo cristiano.
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Cristo sobre sarcófago romano en el interior de la catedral de Tarragona |
Para salir de ese pequeña ciudad
amurallada, hacerlo por la pla del Rei. Desde allí, como si de un balcón se
tratara, una de las vistas más bonitas de toda la ciudad. Ante nosotros el bien
cuidado anfiteatro romano olía a la sal del Mediterraneo que siempre lo
acompañó. Toca dar un paseo y acercarnos primero a Forum Roma. R
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Anfiteatro romano |
estos
arqueológicos donde se entrevén lugares de culto, locales comerciales,
edificios públicos para impartición de justicia, casas y todavía se ven tramos
originales de las antiguas calles romanas que lo unían todo. Después terminar
nuestro paseo por la ciudad por la Rambla Nova, para descubrir que Tarragona
también es Modernismo. Cerca de dos kilómetros de paseo rectilíneo que da vida
a los tarraconenses por sus terrazas, restaurantes, tiendas, centros públicos o
el disfrutar del deambular de todos los que pasean por él. No sé si a mitad o
principio de aquella maravilla de paseo, el monumento a los Castellers creado
por Francesc Anglès, nos hace saber que también la ciudad es tradición
catalana.
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Modernismo en la Rambla Nova, Castellers y Forum Roma |
Abandonamos Tarragona por el
norte y a unos cuatro kilómetros aparcamos el coche. Una pequeña caminata,
entre arboleda y por estrecho sendero, me lleva al acueducto de Les Ferreres,
conocido como el Puente del Diablo. Nueva obra del emperador Augusto de un poco
más
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Acueducto de Les Ferreres o Puente del Diablo |
de doscientos metros de largo por casi treinta de alto, que suministraba de
agua dulce a la cuidad desde el río Francolí. Lo que más asombra es su perfecto
estado a pesar de estar sin ningún tipo de protección. Hasta el siglo XVIII
estuvo cumpliendo la misión para la que fue creado, hacer circular agua
acercándola a la cuidad.
Y con esto abandonamos del todo la
que fue capital de la
Hispania Citerior Tarraconensis. Ya sabéis, si algún día
caéis por allí, la ciudad de Tarragona no te dejará indiferente. Por último
dedico este post a un amigo de mi barrio que cambió su vida en Sevilla por
abrirse camino por estas tierras catalanas, con el deseo de volver a verlo
alguna vez. Por aquellos días en los que vivíamos todo tan intensamente Carlos.
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