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Nuestro último amanecer |
Dormimos relajados aquella
madrugada del día de vuelta. No sé si por lo agotado de los 36 kilómetros del
día anterior, por los buenos gin-tonics que nos prepararon en el bar Piñeres, por
aquellos colchones dejados caer sobre la madera de aquel “soberao” o por ser los
únicos que dormíamos en aquella pseudo-cabaña del albergue de La Llosa de Cosme.
A decir verdad, siempre se siente bastante relajo sabiendo que cumplimos con
las jornadas previstas sin problemas. Después de bastantes años caminando, creo
que es el primero en el que no tuvimos lesiones, ampollas, perdidas de algo o
ese largo etcétera de situaciones que siempre se dan y que esta vez parecían
pasar de largo.
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Nada como arrancar a caminar con este amanecer asturiano |
Con la tranquilidad que da el
estar solos, desayunamos lo que los de la Llosa nos dejaron preparado y alguna
que otra galleta de más de unos tarros que había por allí puestos por a saber
quién. Cumpliendo con el ritual mañanero calzamos nuestras botas, cargamos
nuestra mochila y arrancamos el caminar por la AS-263 dirección a Ribadesella.
No nos desviaríamos por caminos, la carretera iba recta hacia nuestro destino y
no queríamos alargar lo que sabía que hoy terminaría.
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Preciosa mañana |
Queriendo amanecer, la bruma se
adueñaba de todo. La humedad se sentía en la ligera brisa que nos acompañaba el
caminar y veíamos todo lo que nos rodeaba completamente empapado sin haber
llovido. No teníamos mar, pero la montaña no nos abandonaba. Siempre vigilante
a nuestra izquierda parecía no cambiar nunca en nuestro lento caminar. El arcén
seguro, había poco tráfico y lo más que nos cruzábamos era con autobuses de
línea o de niños que esperaban para el cole y con algún tractorista arrancando
con su mañana para la faena en el campo. Así, monótono, rápido y constante se
repartieron las escasas horas que empeñamos en llegar a Ribadesella.
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Ribadesella |
Por cumplir un poco con el
Camino, seguimos la primera flecha que vimos ya dentro del pueblo, recordando
caminar por calles muy estrechas y bajando por una curiosa escalera con
peldaños de colores entre casas. En nada el Sella nuestra línea de meta después
de nueve días caminando. Tocaba volver, autobús a Llanes donde teníamos el
coche y acercarnos a Santo Toribio de Liebana. Comer en Potes y pasar el fin de
semana como turistas en Salamanca.
Lo mejor de estos dos días de
relax, el reencuentro con dos viejos amigos del Camino. A Marisol y a Luis les
tenemos un cariño muy especial. Fueron los primeros peregrinos que conocimos en
nuestro primer camino. Toda una maravilla aquella tarde-noche que compartimos
con ellos en su inigualable ciudad. A los pinchos, los vinos y todos los
lugares a los que nos llevaron se unieron risas y recuerdos de aquellos
nuestros primeros pasos como novatos del caminar. Siempre los tendremos en
nuestra memoria porque para nosotros forman una parte muy esencial de nuestro
Camino de Santiago particular.
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No pudo tener mejor broche final nuestro caminar de 2017. Salamanca, Marisol y Luis. |
Anda no me dijistes que fuisteis al Monasterio de Santo Toribio de Liébana!
ResponderEliminarAl final me hicisteis caso
Buen final del periplo con ese encuentro con vuestros primeros Peregrinos conocidos en vuestro primer Camino
Ultreya
Sí Fernando. Fue un día muy aprovechado. Caminar por la mañana, acercarnos con el cochea Santo Toribio, comer en Potes y dormir en Salamanca.
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