Despierto, y todavía de noche, Zacarías
esperaba el amanecer boca arriba en su cama, con una mano en la nuca y con el
índice de la otra redibujando lo escrito por otros en las baldas de la litera
de arriba. Nombres y fechas como registro habitual de los que ocuparon su sitio
antes de que le tocara a él. En el pensamiento, ese dolor en la rodilla
izquierda que le acompañaba en su caminar y que la mitad de un myolastán,
ofrecido por una peregrina, hizo desaparecer milagrosamente la noche anterior.
Con la poca luz que daba la farola pegada a la ventana, comenzó a bajar las
escaleras que le hacían llegar al comedor del albergue. Como si de cristal se
tratara, muy despacio apoyaba el pie en cada escalón, con el mimo que se le da
a algo frágil que se puede romper en cualquier momento. Antes de salir, un café
aderezado con el último ibuprofeno que le quedaba en el bolsillo de aquel
pantalón, siempre cargado de pequeñas cosas.
A Gudiña |
A pesar de la depresión que le
invadía y devoraba por dentro, parte del motivo por los que decidió salir al
Camino, esa mañana salió relativamente contento. Quizás fuera producto de la
sensación de libertad que le daba el no sentir ese punzante dolor, que le hacía
no poder desplegar la rodilla días atrás. Todavía a oscuras y con la luz que le
daba su lámpara frontal, dejó libre su mente para que fueran a ella esos
pensamientos que sólo van y vienen cuando caminas en soledad. Ese aire gélido que
hacen saltar las lágrimas y caer el moquillo, le traía el recuerdo de su niñez
en el soriano pueblo de El Burgo de Osma. Venían
imágenes de felicidad, vestido
de monaguillo en la catedral de la Asunción o tirándose piedras unos a otros en
la defensa de las ruinas del viejo castillo, con otros niños del pueblo.
Vivencias de su activa vida laboral como comercial, donde viajes, dinero y
amores lo hacían sentirse agraciado de la vida que llevaba. Su mueca de sonrisa
se apagaba por los errores cometidos y esos otros momentos que no pudo disfrutar
sacrificado por lo que entonces estaba por encima de todo, sus obligaciones
laborales. Y luego su jubilación, la soledad, el olvido y la sensación de un
tiempo perdido e irrecuperable, una vida que no volverá jamás. Recuerdos que lo
llevaban del cielo al infierno, mientras ya amanecido los rayos del sol dejaban
ver uno de esos pueblos abandonados que, quizás, corrieron la misma suerte en
su existencia que nuestro peregrino Zacarías.
Puente y castillo en El Burgo de Osma |
Fue el momento en que su rodilla
empezó a lamentarse de nuevo, precisamente en ese lugar en que se abandona la
carretera y comienza un pequeño repecho por una pista mal asentada. Sabía que
pararía en Campobecerros, no estaba para más, pero antes buscó una piedra alta
donde sentarse y tratar de descansar un poco. Metía sus manos en los bolsillos
a sabiendas que el último antiinflamatorio lo gastó al salir, pero con la
esperanza vana de encontrar ese otro último que le diera alivio. De la mochila sacó algo de comer, le
dio unos mordiscos a una cuña de queso que compró días antes de salir en
Calatañazor y tragó unos buches de agua. Allí parado, el frío se adueñaba de él
y el sudor que le corría por la espalda de la mochila le helaba los riñones. Se
acordó de su vieja petaca, regalo de una visita a la fábrica de Gin Xoriguer en
Menorca en sus últimos días trabajando. Estaba cargada con un orujo blanco que
le vendieron en aquel bar-tienda que había en Padornelo, junto a la carretera,
unas etapas atrás. Un buen trago le haría entrar en calor y aliviaría esa
punzada constante de su rodilla.
Camino a Campobecerros |
Pequeña imagen de Santiago en la Iglesia de la Asunción (Campobecerros) |
Al despertar, esa misma sombra la
tenía más cercana aún, pero al recuperar del todo la visión, dos personas se
interesaban por él. Estaba tumbado sobre una de las camas del albergue de
Campobecerros, desfallecido y su única fuerza la empeñaba en agarrar
fuertemente la vacía petaca que tenía en su mano derecha. De sus labios
nacieron unas palabras: “El Gigante, el Gigante”.
Pincha aquí para ver más sobre el Gigante de Campobecerros.
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