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Elcano en Getaria |
Descansé bien aquella noche en el
Kanpaia Aterpea de Getaria. No sé si por los pocos peregrinos que dormimos en
él: Jose de Tenerife, un francés del que nunca supe su nombre, José Manuel y
yo, o por aquellos txacolis que nos tomamos en el bar Harralde la tarde-noche
anterior. Lo cierto, es que esa mañana no sentía dolor en el tobillo por la
torcedura del día anterior, me encontraba muy descansado y con muchas fuerzas
para comenzar. Desayunamos los cuatro, alguna toma de video de Jose para una
especie de reportaje que estaba preparando y salir a caminar con todas la
energía al 100% y la ilusión y las ganas de camino intactas. Hoy además
teníamos sorpresa, ya que mi querida amiga “Estrella” de Etxebarri nos
acompañaría en parte de la jornada, queriéndonos enseñar algo muy especial. Ya
veríamos.
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Puerta de San Martín de Tours en Askizu. |
La suerte de que nuestro albergue
estuviera en alto, hizo que esta vez nuestro inicio de etapa fuera tranquilo de
subidas. Arrancamos rodeados de parcelas para el cultivo de la uva. Como alguna
vez vi en Galicia, sobre todo en Cambados y relacionado con el albariño, las
vides estaban formando parras, como solían aparecer en muchos patios andaluces
de mi niñez. En su día me contaron que se hacía para proteger los racimos de la
cercanía de la tierra. Interesante verlas de nuevo. Pronto, con la viveza que
da el arrancar, nos encajamos en Askizu, a pesar de un rato que tardamos en
encontrar nuestra flecha amarilla en uno de los cruces. Casi sin darte cuenta,
estás al lado de la iglesia de San Martín de Tours, robusta como ninguna y con
una portada de lo más sencilla para el tamaño de aquel templo. Cruzar aquella
explanada frente al edificio y continuar.
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Saliendo de Askizu |
De nuevo un carreterín entre
caserios y alguna vista del Cantábrico a lo lejos, era lo que nos encontrábamos
en nuestro caminar. En nada una imagen muy conocida. En otra gran bajada
pedregosa, nos encontrábamos de frente con ese espigón que se adentra en el mar
y que tan bonitos recuerdos me trae de mi anterior visita a Zumaia. Contaba a
José Manuel en ese instante, cómo lo recorrimos en su día hasta el final y con
mi vista puesta en la lejanía quiso la mala fortuna que sufriera un nuevo
doblez con el mismo tobillo que el día anterior. Las prisas por llegar al
encuentro con mi amiga provocaron que esta vez la caída fuera mayor y rodé unos
metros por aquella cuesta. Esta vez me costó levantarme, tuvo que ayudarme José
Manuel, y mi tobillo izquierdo me avisaba de que no estaba bien del todo. Pasé
miedo de pensar que tuviera algo mal que diera al traste con aquellos días tan
maravillosos y con todo lo que quedaba por disfrutar. Apoyaba despacio y no se
me quejaba mucho. A partir de ahora sabía que tenía que mimar mi pie izquierdo
como nunca y tendría que vigilar bien cada paso que daba, sacrificando en parte
todo aquel escenario natural por donde pasábamos.
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Zumaia |
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Fuente en Zumaia |
Allí estaba “Estrella”, en
aquella fuente famosa con la lavandera. Besos y alguna foto para arrancar los
tres dejando atrás Zumaia y subiendo un buen tiempo, como venía siendo normal
hasta ahora. Si José Manuel y yo somos poco habladores en nuestros caminares, la
viveza y ese temperamento de mi querida amiga vasca, hizo que todo cambiara con
su presencia. Conversaciones, risas, anécdotas y recuerdos se aturrullaban
entre José Manuel y ella, mientras yo permanecía en un segundo plano con el fin
de que se conocieran ellos un poco y para no perder el aliento que suele
faltarme en las subidas.
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Los Flyschs |
Pronto vino un desvío. Era una
especie de área de descanso donde nos paramos a echar un trago de agua. Se
trataba de dejar a un lado las flechas amarillas y seguir el GR-121 por la
costa. Precioso paisaje, entre parcelas primero y atravesando algún bosque
después, por sinuosos y estrechos caminos. En nada, se nos aparecía ante
nosotros la costa y un fenómeno de la naturaleza único. Se trataba de los
flyschs, que lucían por la bajamar con todo su esplendor. Parecía como si un
arado gigante hubiera pasado sobre la roca allanándola a nivel del mar. De
tonos oscuros, más claros o plateados lucían dependiendo del grado de humedad
que tenían en el momento. Fue entonces, cuando me vino el recuerdo del amigo
José Antonio para robar algunas piedras de aquella maravilla de la naturaleza y
traérselas a Sevilla. A la salida de aquello, justo al lado de un pequeño
aparcamiento que daba acceso a lo que dejábamos atrás, unas llaves en el suelo.
Mirando, se trataba de una de las motos allí aparcadas. Dejarlas colocadas y
continuar.
Deba estaba a un paso y ante la
duda de continuar por la costa o no, nos desviamos de nuevo por una carretera
hasta Itziar, con la indicación de dos cazadores que, junto a su cuatro por
cuatro, se almorzaban dos bocatas con algo de beber. En Itziar, una paradita
para tomar algo fresco junto
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Puerto de Deba |
a su santuario. Allí mismo, un adoquinado especial
en el suelo, delataba que era lugar donde se hacen las típicas competiciones de
arrastre de piedras por los bueyes. “Estrella” nos explicaba lo bonito e
impresionante de aquel espectáculo propio de tierras vascas.
Sólo quedaba bajar a Deba, por
unos caminos distintos a los que mi amiga bajaba hace años, pero manteniéndonos
fieles a las indicaciones amarillas. En nada, la plaza Foruen con el bullicio
de vecinos tomando unos vinos y nuestra búsqueda de alojamiento para esa noche.
Lo haríamos en la antigua estación de tren de Deba. Creo que nunca lo hicimos
en algo así. Todo seguía de maravilla.
Amigo menuda terremoto es tu amiga Izarra, mujer puro nervio y dinamita, buena persona, afable, dicharachera y amiga de sus amigos y de los amigos de éstos
ResponderEliminarEl Camino impresionante, buena opción, cómo té comentó Bego a ella le cautivó, un colega de Tenerife y servidor nos perdimos y no vimos los Flyschs, tenemos que volver... siempre lo dijo Bego, por suerte no nos pilla lejos
Espero Guillermo qué dejes de caerte...
Buen Camino
Jejeje, pues sí amigo. Tengo un tesoro por amiga y es ejemplo a seguir por su forma de ver las cosas. Una maravilla. Y contándote a ti, no me puedo quejar de amigos vascos.
EliminarLo de los Flyschs, pues es lo que suele pasar siempre, que al tenerlo cerca pues vas aplazando. Hazle caso a Bego y una mañana que haga bueno, consultáis el bajamar y a verlos. No sólo es bonito verlos en sí, sino la forma de llegar a ellos. Un beso para Bego y un fuerte abrazo para tí.
Acuso recibo
ResponderEliminarUltreya
Son las piedras reflejos del Tiempo en mayúsculas,
ResponderEliminarMarcadas por el calor de la Tierra,
Endurecidas por la presión
Perfiladas a veces por fracturas
Vencedoras de las alturas
Sometidas por el viento y el agua.
Sólo el Tiempo habla en una piedra.
Cuanto dice una piedra????
Pues sí, JAC. Mucho da y ha dado de sí la piedra a toda la humanidad a través de los tiempos. Mucho le debemos y mucho podrían contar si supiéramos entenderlas. Y todo esto lo digo después de que alguna de ellas me hicieran perder el equilibrio y me hiciera rodar unos metros, que se le va a hacer.
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