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Saliendo de Sangüesa |
Quería arrancar el día y la noche
se resistía, aquella mañana primer día del mes de mayo. Sangüesa dormía, por lo
que fueron aquellos bellos balcones de las fachadas, los blasones de las casas
señoriales y la hermosisima y coqueta iglesia de Santa María la Real, los únicos testigos del
caminar de los peregrinos más madrugadores. Como a muchos otros antes, nuestro
viejo amigo el río Aragón nos deseaba buen camino, cuando lo cruzábamos por
aquel puente de hierro lleno de remaches. Todos aquellos peregrinos que nos
quedamos en Sangüesa decidieron coger la variante de la Foz de Lumbier. Nos despedimos
de algunos de ellos y decidimos tomar el viejo itinerario de este aragonés,
queriendo tocar el cielo en el alto de Aibar, a través del pueblo de Rocaforte.
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Cercanías de Rocaforte |
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Alto de la Sierra de Salajones |
Buena pista al principio y
terreno más irregular después, pero siempre en constante subida, hasta alcanzar
este alto de la sierra de Salajones. Arriba del todo preciosas vistas de todo
aquel valle, que nos acompañó durante unos kilómetros por un senderito con todos
los alrededores repoblados de pinos. Bastantes ciclistas te hacían parar y
dejarlos pasar al ir bastante más rápidos que nosotros. Un par de cancelas y
una nueva pista ancha que comenzaba de nuevo a tomar altura. A la derecha un
poste indicador del que me llamó la atención el cuidado con el que estaban
puestas varias piedras encima de ellas. Subir sin descanso por aquella ancha
pista hasta encontrarnos con un cruce sin señalización, estábamos muy
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Reforestación en Salajones |
altos y
habíamos subido mucho más de lo que las guías marcaban. La intuición y el
caminar decían que el sol tenía que estar a nuestras espaldas, con lo que
elegimos opción. Estábamos arriba del todo, con la compañía de las enormes
bases de donde nacían aquellos molinos gigantes que dan energía eólica a las
gentes de aquellas tierras. Pronto, tres bifurcaciones de golpe y sin flechas a
seguir, algo no marchaba bien y teníamos que dar media vuelta, al menos era en
bajada. Unos tres kilómetros y medio tuvimos que desandar hasta llegar a alguna
señal, que no era, ni más ni menos, aquella que me llamó la atención y que
indicaba que no siguiéramos por la pista que a la postre cogimos. Aquel día
caminamos siete kilómetros más de lo previsto.
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Perdidos |
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Camino de Izco |
Bajón de ánimos y marchar, eso
sí, por camino indicado por nuestras saetas amarillas. Ahora afrontar una nueva
subida para alcanzar el alto de la sierra de Izco y luego su pueblo.
Encontrarnos con aquellos peregrinos que tomaron la otra opción y risas por la
anécdota. Con esa marcha rápida que te da el saber que todo lo malo quedó atrás,
comenzamos a caminar como si nada hubiera pasado y disfrutando del paso de los
pueblos de Abínzano y de Salinas de Ibargoiti, al que llegamos a través de su
bonito puente medieval sobre el Elorz.
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Pasado Elorz |
Poco quedaba y precioso ese
sendero entre árboles. La anécdota de tener que esperar a un lado porque de
frente nos pasaron más de 500 ovejas que ocupaban todo el espacio posible de
paso. Parecía no acabar nunca aquel tropel que dejaba enganchados trozos de
lanas en las ramas salientes de los arbustos del Camino. Después la llegada a
Monreal, que disfrutaba del día de fiesta. Descanso, buena y bien merecida
comida y la invitación por parte del pueblo de unos bocatas con refrescos para
merendar. El resto de la tarde de conversación y charlas con los peregrinos con
los que habíamos caminado desde Somport hasta allí. Mucho sentimiento peregrino
tuvimos aquella tarde-noche con todos ellos.
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Merienda en Monreal |
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