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Señal indicativa en Monreal |
En el comedor de Monreal
preparamos la mochila aún de noche. Cabizbajos y a sabiendas de lo que deparaba
la jornada en cuanto a despedidas. Nuestra última etapa de este camino 2014 y
el adiós a los amigos con los que habíamos compartido tanto en tan sólo seis
días de caminar. Ya preparados, abrazos y besos antes de cerrar el portalón de
nuestro albergue. No volvimos a verlos en el resto de la jornada. Como
empujándonos, las farolas de las calles de Monreal empezaban a apagarse y el
día terminaba de nacer.
Muy callados caminábamos uno
detrás del otro por aquel mal asentado sendero que subía y bajaba
continuamente, haciendo que el peregrino se desesperara en su caminar. Mirando
a la derecha, abajo y junto a la lejana autovía, un sendero ancho y llano
parecía reírse de nosotros al dirigirse en la misma dirección que lo hacíamos y
presumiendo de tener mejor trazada. Hasta las nubes parecían carcajearse
dejando caer las gotas de agua, justas para que costara sacar nuestro capote y
acabáramos mojados al no creer que deberíamos sacarlo. Primero Yárnoz y después
Otano, el capote puesto porque ya la lluvia apretaba y las continuas subidas y
bajadas que nos seguía agotando física y mentalmente. Yo llegué a tener un
bajón importante.
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Cercanias de Otano |
Creo que hasta llegar a Guerendiáin,
en la que hicimos nuestra primera parada, no empezamos a charlar
tranquilamente, principalmente de lo pesado que estaba resultado este arranque
en todos los sentidos. Desayuno a base de fruta, zumo y algo de agua. Terminar
con este rompe-piernas estaba a escasos cuatro kilómetros, así que apretamos el
caminar para terminar lo antes posible.
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Tiebas |
Las primeras casas de Tiebas nos
sirvieron de refugio del chaparrón que caía en ese momento. Esperamos un poco y
terminamos de comer algo más, mientras la dueña de la casa donde nos
cobijábamos nos hablaba diciendo que teníamos un mal día para caminar.
Atravesando este bonito y animado pueblo dejó de llover, aunque por precaución
y tras escuchar las risas de por la mañana de la pícara tormenta, no nos
quitamos el capote hasta pasado un tiempo. Eran las diez de la mañana.
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Añorbe en la lejanía |
A partir de aquí se vuelve más
bonito el Camino y con un perfil más suave. Se hace agradable el caminar
acercándote a Muriarte de Reta, con pinta de pueblo tranquilo y con su torreón
en medio, pendiente siempre del paso de los peregrinos. Y en nada se llega a
Olcoz, que da la impresión que pasas de refilón por las pocas casas que la
componen. Por último, por un sendero estrecho pero con altura, las magníficas
vistas del canal de Navarra con el pueblo de Añorbe al fondo, en el que no
llegas a entrar al desviarte antes.
Queda muy poco, se nos acaba el
Camino, aquel que nos trajo desde Somport y que tanto respeto nos causaba. Pero
algo quedaba pendiente, algo muy significativo para un peregrino. A pesar del
cansancio, ni siquiera paramos en el
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Eunate |
pueblo de Enériz, que haría que
termináramos la jornada con fuerzas intactas, seguimos más adelante. Si Arrés
fue un punto de encuentro entre peregrinos, hospitaleros y Camino, la iglesia
de Santa María de Eunate era símbolo y guía para los que veníamos de lejos. Por
aquel sendero estrecho y cubierto por los árboles, se dejaba ver su cúpula y
sus arcos, como si fuera un faro mágico que atrajera a peregrinos en nuestro
caminar. Y algo hay. Una primera foto para alguien que la esperaba con el deseo
de estar allí algún día, después un caminar solitario y tranquilo a su
alrededor, entre sus arcos, pisando su viejo empedrado y entrar en la iglesia
para conocerla. Después, dejar caer mi mochila apoyado en uno de sus arcos y yo
en el de enfrente. Así el tiempo justo para cargarme de todo aquello que me
rodeaba y partir después.
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Relajados en Eunate |
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Camino de Obanos. Dejamos atrás Eunate y el Camino Aragonés |
Desde arriba de la colina nos
despedimos de Eunate y llegamos a Obanos primero y Puente la Reina después. Se acaba el
caminar en soledad, muchos peregrinos caminaban entre pueblo y pueblo cuando
daban las dos de la tarde. Parar en los Padres Reparadores, saltándome la cola
que sobrepasaba la puerta con el pretexto de sólo querer sellar, y coger el
autobús que me devolviera primero a Pamplona y después a Jaca. A partir de ahí
empezaba otro camino, el de la vuelta a casa, no sin antes visitar a unos
buenos amigos y mejores peregrinos, pero eso son otras historias.
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