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Albergue de Somport |
Pequeños copos de nieve nos
dieron la bienvenida en esta fría mañana en Somport. Nervios en la salida por
muchos motivos. El no caminar desde hace años, la larga etapa a la que nos
enfrentábamos y el frío, junto con el mal tiempo que nos podía apagar esta ilusión
de nuestra vuelta al Camino. Esa misma nieve nos impedía tomar el Camino en un
primer intento. Carretera hasta pasado un kilómetro en el que nuestro sendero
se despejaba del peligro que pudiera dar un posible resbalón. Así nos encajamos
en Candanchú, pueblo fantasma donde ni una sola luz se dejaba ver.
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Saliendo de Somport |
Y esa nieve que caía durante la
noche creaba arroyuelos de agua con un fin muy peregrino. Todos se unían a
nuestro paso, en nuestro caminar, y el padre común a todos ellos hizo que esta
etapa la tuviera como el acompañante natural por excelencia. El río Aragón se
hacía cada vez más grande y peregrinaba a nuestro paso haciéndose notar con su
constante sonido continuamente. Fue peregrino, como nosotros, y con él el agua
de toda aquella montaña que bajaba desde Somport hasta él.
Como de la mano, nos hablaba y
nos decía que siguiéramos a su lado que pronto vendría una maravilla digna de
ver y de contar. La estación de Canfranc se erguía como si no hubieran pasado
los años desde su inauguración a principios del siglo pasado. Buen desayuno y
continuar, a su vera, hasta llegar a Canfranc y pasar muy cerquita suya, en su
presa.
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Canfranc Estación |
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Castiello de Jaca |
Se alegraba la mañana y empezaba
a desaparecer el frío. La nieve quedaba a lo lejos y lo único que quedaba de
ella era este río acompañante, hasta que llegamos a Villanúa. Tomar algo de
fruta, estirar un poco y seguir caminando. El Aragón nos habla y nos dice que
subamos aquel cerro dejándolo a él por unos kilómetros. Así hicimos y llegamos
a unos de los pueblos más bonitos de toda esta zona. Castiello de Jaca daba la
bienvenida después de un trayecto cargado de subidas y bajadas que ponían a
prueba nuestros tobillos y rodillas, quejosos de la enorme bajada que tuvimos
kilómetros atrás. Caminar despacio entre sus calles hasta que volvemos de nuevo
al encuentro de nuestro querido río, para cruzarnos y despedirnos de él.
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Río Ijuez |
Apretaba ya el calor a esta hora
del día cuando nos encontramos con un nuevo río acompañante y muy peregrino
también. El Ijuez nos recibía con su típica estampa de río ancho y esas piedras
por donde cruzarlos. Gracias a la nueva pasarela, aquel paso sirvió sólo para
recordar antiguos peregrinajes.
Ya quedaba poco y nuestro caminar
llegaba a su fin. Caminar junto a la carretera y esa fuerte subida hasta llegar
a Jaca, nuestro destino. Mañana Arrés.
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