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Saliendo de Jaca |
Puede que alguno despertara a
nuestro paso por las calles de Jaca. Los bastones de dos peregrinos buscando
occidente resonaban sobre los adoquines de la localidad. Primero la torre del
reloj y su rey Sancho, y después la iglesia de Santiago, sobria como la conocía
un año antes paseando de turista por esta tierras. Después, el caminar por
senderos pegados a la carretera donde andar se hace anodino y casi de trámite
para cumplir con tu objetivo del día.
Pero no hay etapa mala en estos
caminos que conducen a Santiago. Primero, el sentimiento de dejar a un lado la
subida a San Juan de la Peña,
ya la conocíamos de otros tiempos y había que reservar fuerzas para nuestra
meta de hoy, y un poco más adelante las preciosas vistas del balcón del Canal
del Berdún, que te hace una idea de la tierra que pisas y acabas asombrado de
esa montaña oscense que te rodea.
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Santa Cilia |
Llegas a Santa Cilia y, como no,
allí está Santiago esperando tu llegada. Por desgracia sólo él, ya que el resto
del pueblo se nos presenta como muerto, con sus bares cerrados y con dos
peregrinos que se conforman con alguna galleta comprada días antes, con tal de
matar el hambre que da el caminar.
Continuar y empezar a encontrar
muestras de que otros peregrinos se nos adelantaron en el caminar. En un
paisaje fantástico miles de piedras, bordeando nuestro sendero, apiladas una
encima de otras te hacían sentir caminante y peregrino. Pirámides de piedras
nos rodeaban de todos aquellos que pasaron por allí igual que nosotros lo
hacíamos ahora, dando al lugar la magia que se necesita para seguir, para
continuar hasta la llegada. Después, volver al acompañamiento de nuestro río,
el Aragón, majestuoso, más ancho y con más caudal que nunca, y peregrinando ya
a nuestro paso hasta la llegada a Puente la Reina de Jaca. Corto se queda el impresionante
puente construido a su paso en esta localidad, para ese sentimiento que brota
en el peregrino al ir acompañándolo.
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Otros peregrinos pasaron por aquí |
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Casa de las sonrisas de Arrés |
Pero todo estaba por ver. Mejor,
todo estaba por sentir. Era pasar este hermoso puente y comenzar la tremenda
subida que te llevaba a Arrés. Allí estaba aquel lugar peregrino por
excelencia. La "casa de las sonrisas" nos esperaba en nuestra
llegada. Hospitaleros voluntarios, Dario y Santi, nos hicieron sentir, a todos
los que estábamos allí, ese espíritu peregrino que todos guardamos y que
resurgen en lugares como éste. No importaba dormir apilados en unos metros
cuadrados y tener baños más que reducidos, cuando la acogida y la estancia se
hacen de forma tan familiar y amigable como ésta. La visita a la iglesia, las vistas
desde aquel precioso cerro donde se ubica, la preparación de la cena y, quizás
lo más importante, la unión de todos los que íbamos caminado haciendo, de la
tarde-noche, un momento para nunca olvidar y que te recompensa de esa batalla
del día a día en nuestro caminar.
Buen descanso para partir hacía
Ruesta al amanecer. La pena del cierre de uno de los albergues de este camino.
Artieda se queda sin albergue ni lugar de comer.
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