De Guillermo Rodríguez Bernal

jueves, 6 de diciembre de 2012

Teruel. Orihuela, Bronchales, Guadalaviar, Albarracín y unas pinturas rupestres.

Orihuela y su residencia desde la ermita de Ntra. Sra. del Tremedal
En una esquinita de la sierra de Albarracín y casi lindando con Guadalajara, está el pueblo de Orihuela del Tremedal y su residencia de tiempo libre, que fueron las elegidas para disfrutar de nuestras vacaciones en aquel verano de 2005. Es un pueblo pequeño todo de piedra, con casas blasonadas, una enorme iglesia dedicada a San
Fachadas de Orihuela del Tremedal
Millán, buen ambiente en verano y bañado por el río Gallo, que nace unos metros más arriba cerca de la ermita de Nuestra Señora del Tremedal. La residencia donde nos alojábamos esta alejada del pueblo un kilómetro más o menos, subiendo por la carretera que se dirige a la ermita. Su ubicación es
Nuestras vistas al despertar
magnífica para los que nos gusta la naturaleza y el campo, en un espeso pinar que cubre una gran zona de aquellas tierras. Si nos gusta caminar, nada como un paseo hasta la ermita y contemplar desde arriba aquella maravilla que es la sierra del Tremedal. Cerca tenemos el pueblo de Bronchales, recordado por mi amigo Pedro Peña años después, como su lugar de vacaciones con la familia. Muy populoso y con un mercadillo, no recuerdo que día de la semana, que inunda todas sus calles de gentes de los alrededores.
Castillo de Peracense
Desde estos puntos, tirando para Guadalajara, para Cuenca o metiéndote de lleno en la sierra de Albarracín, te sumerges en uno de los lugares con más arbolado de toda la península. Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que es la zona mas oxigenada que podamos tener. Si decides tirar para el norte, llegas a Peracense. La tierra y la roca de toda la comarca son de un color rojizo muy característico. Las casas del pequeño pueblo son casi todas de ese color y no digamos su Castillo. Éste se encuentra enclavado arriba junto al cerro de San Ginés y a primeros de agosto celebran sus jornadas medievales.
Museo de la Trashumancia en Guadalaviar
Si nos vamos hacia el sur por los puertos de Orihuela y de Noguera, nos podemos desviar a Guadalaviar. Curioso pueblo con un altavoz en el campanario de la iglesia con música de jotas y que avisa a los vecinos de las últimas novedades del ayuntamiento, al menos cuando yo pasé. Muy digno de mención es su museo de la trashumancia. Recuerdo las magnificas explicaciones de cómo y en que épocas se llevaba al ganado a tierras más calidas y con mejores pastos. Te encuentras todo tipo de enseres para animales y pastores utilizados en llevar su medio de sustento a tierras castellanas y andaluzas, como cencerros, vestimentas, mapas de las veredas, tiendas de campañas hechas de pasto, odres para el vino, aperos para el trabajo de la lana en camino, arreos, cacharros para la comida y un largo etcétera que te dan una visión muy real de todo lo que es la trashumancia.
Calles de Albarracín
Si en vez de desviarnos a este pueblo, continuamos seguido, llegamos a Albarracín. Impresiona esa carretera pegada al río Guadalaviar, que después pasa a llamarse Turia. Llegas allí y te encuentras al pueblo pegado a la montaña. Todo de color naranja. Sobre Albarracín comentar que puede ser de los pueblos más bonitos de la península. Una maravilla que da nombre a la sierra. Recuerdo una visita guiada que nacía desde la misma Plaza Mayor, la plaza del ayuntamiento. De ahí la guía, puesta por
Casa de la Julianeta en Albarracín
la oficina de turismo, te hace un recorrido magnífico por todas sus calles. Ves esa construcción tan particular. Muchas casas parecen salidas de cuentos al no tener la simetría a la que estamos acostumbrados. Vemos como las casas son estrechas por abajo, dejando lugar para tener calles relativamente anchas, y como se agrandan a medida que van cogiendo altura, llegando casi a cerrarse con los tejados de las casas de enfrente. Nos contaban que se construía así para evitar y proteger a las calles de la nieve
Casa de Navarro Arzuriaga en Albarracín
y las heladas. Como dije antes todas las casas pintadas de color naranja, sacado el tinte de una zona cercana y teniendo obligación todos de pintar de ese color. La única excepción la casa de Navarro Arzuriaga. Dice la leyenda que se caso con una dama andaluza que hizo que cayera en depresión añorando su tierra. Se pintó la casa de azul y todo cambió desde entonces, al recordarle un poco más a su tierra.
Albarracín y sus murallas
Si te encuentras con fuerzas, un paseo hasta subir a sus murallas y llegar al torreón más alto. Preciosas vistas del pueblo y de cómo parece construido formando parte de la misma roca. Para recuperar el aliento, y si es buena hora, volver a su porticada plaza y tomar unas cervezas con alguna chacina de la zona, con un ambiente muy agradable. Después de una buena comida, y a unos kilómetros hacia el sur, acercarnos a los pinares de Rodeno. Un paseo por los caminitos entre los pinos te hará descubrir innumerables pinturas rupestres. Parece mentira que aquello pueda estar en plena naturaleza con la única protección de unas rejas que eviten ser estropeadas por otros pintores de nuestros días.
Albarracín desde sus murallas
Por último, podemos continuar hasta Teruel capital, pero eso se merece un post independiente, porque sí, Teruel existe.

Pincha aquí para "Teruel. Valderrobres, Alcañiz, Calanda, Castellote y un paseo pasado por agua."

7 comentarios:

  1. No lo habia visto, amigo. ¿Que te voy a decir...?
    He andado por estas tierras, que son tierras del Cid, tierras de geofrafia y orografia duras, pero tierras llenas de belleza, historia y cultura en sus tradiciones. Las magníficas Semanas Santas del norte de la provincia, de la Puebla de Hijar, de Alcorisa, de Estercuel, y las tamboriladas de Calanda, la Calanda de Buñuel.....

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  2. A esos pueblos que me comentas dedicaremos capítulo aparte, incluyendo a la Alcañiz de nuestra amiga Pilar y, como no, a la capital de la provincia. Me he centrado más en su parte más occidental, esa maravilla que es la sierra de Albarracín.
    Y como comentas, magnífica tierra aquella, todavía por descubrir.

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  3. Guillermo me he emocionado. Que alguien hable de la provincia de Teruel, tan olvidada por el 'mundo político' sobre todo que captes la grandeza de esta tierra, en tus palabras y en tus imágenes, me llena de alegría. Es grande, con pocos habitantes y claro no somos rentables, pero fijaté, en estos pueblos que describes y otros mas pequeños, aún se mantiene la esencia de la vida. Sus gentes, son llanas, honestas, horadas, sencillas, trabajadoras, divertidas, y sobre todo sabias... podría poner muchos adjetivos más. Que bien lo has descrito Guillermo, gracias.

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    1. Amiga Pilar, el emocionado soy yo al hacerte sentir eso, cuando lo único que hago es describir aquella tierra que parece olvidada y, como bien dices, es grande, muy grande. He tenido la suerte de estar en dos ocasiones, conociéndola en verano y en semana santa. Yo, desde el punto de vista egoísta, te diría que se mantuviera olvidada más tiempo. Te aseguro que seguirá manteniendo esa pureza de la que hablas, de la que hablamos. Así la vida seguirá siendo la misma y sus gentes seguirán siendo llanas, honestas, sencillas, trabajadoras, divertidas y sabias, como sabemos que son. Ya continuaré con Teruel, ya mismo.

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  4. Willy que buena memoria tienes - y no solo por como lo demuestras con tus escritos y detalles que narran vivencias con claridad y desgranando lo más mínimo y que a algunos les podría parecer poco interesante pero sabes como valuarlo - como te has acordado de mi primera juventud, 7/8 años en Bronchales, hace nada menos que hace más de sesenta años.

    Como hablamos me he movido por la zona pero como tu lo describes no había llegado a captarlo tal detalladamente de lo que me alegro. Gracias... no pares.

    Pilar efectivamente sabe tocar fibras el amigo... pero es que aparte Teruel tiene "gancho" fíjate que ya lo tenía en 1.945 cuando lo conocí y porque se lo recomendaron a mi padre y después esos mismos sitios me han atraído en varias ocasiones más, puede que por los recuerdos de la infancia...

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    1. Lo que pasa Pedro es que no hace sesenta años que me lo comentaste. Recuerdo que hablando de mis viajes llegaste a ponerme a prueba preguntándome si conocía el pueblo de Bronchales. Pues lo tuve muy fácil al estar quince días en el pueblo de al lado y resultó simpático, para recordar.
      Gracias amigo, seguimos.

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