Puente de Piedra sobre el río Castro |
Requejo |
“Si te gusta la soledad, si quieres ser protagonista de este Camino junto a la grandeza del paisaje y frente a la dureza de los fríos y los soles. Si quieres que los atardeceres te arrastren en los hondos silencios, y que a las mañanas los quiebros de la aurora te agiten el alma… ¡Este es tu Camino!”
Las guías recomendaban carretera. La señora del bar y
nuestros corazones, Camino. Sin prisas y sin pausas iniciamos la subida
disfrutando de un magnífico paraje donde torrentes de agua y espesa vegetación
nos acompañó
en casi las tres cuartas partes de la subida. Ramas a baja altura,
buen caudal de agua, bruscos cambios de nivel y, en algunos momentos, pasillos
estrechos, daban la razón a las guías si imaginábamos este paso nevado o con
fuerte lluvia. Como ni llovía, ni nevaba, y lo que hacía era calor, tiramos
para arriba. El resto de la subida del puerto, zona más árida y a echar cuenta
de nuestra intuición por cruces escasamente señalizados. Tres bicigrinos nos
adelantaban sin poder explicarnos como pasaron por determinadas partes de la
subida. Allí estaban. Ya en el pueblo, repusimos líquidos después del desgaste
que nos produjo la subida y calor que tanto apretaba. Por último, la llegada a
Lubián, donde los dedos gordos de nuestros pies se quejaban de los tropezones y
de la presión que aguantaban en algunos puntos de la bajada del estupendo
Camino que llegaba a su fin.
Subiendo el Padornelo |
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