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Dejando a lo lejos el Alamillo |
Mirar hacia atrás y ver la cúpula
de la iglesia del Cachorro, significaba que abandonaba la ciudad de Sevilla y
que teníamos muchos kilómetros por delante para llegar a Santiago con mis dos
compañeros de caminos José Manuel y Helenio. Lo encapotado del cielo hizo que
amaneciera bastante tarde, en aquella lluviosa y templada mañana de octubre de
hace unos años. A lo lejos, la silueta sobre fondo oscuro de nuestro Aljarafe,
de nuestra casa. Dejar el monolito de salida de la ciudad y cruzar los antiguos
aparcamientos de la Expo,
ahora solitario lugar con algún residente nómada que te hace acelerar un poco
el paso.
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Llegando a San Isidoro del Campo (Santiponce) |
Tras cruzar de nuevo el
Guadalquivir nos aparece la primera bifurcación que nos da a elegir entre
continuar hasta el pueblo de Camas o acortar por la vega hasta Santiponce.
Optamos por la segunda, al tener por delante todavía muchos kilómetros. No sé
si por la oscuridad o por algún despiste dejamos de ver flechas. La seguridad
de estar en casa hizo que no le diéramos importancia y nos saltáramos el guión
establecido caminando a la vera de nuestro río grande, nuestro río Betis. Pasar
por debajo de la SE-30
y camino de Santiponce hizo despertar a ese 18 de octubre. Nuestro primer
pueblo y
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Desayunando en Santiponce |
con una bienvenida magnífica para todo peregrinos. Delante la iglesia
de San Isidoro del Campo, aquel mismo que tenemos en León como de Sevilla, la
teníamos a la vista. Indescriptible ese gozo interior que se siente en las
primeras etapas cuando empiezas a llegar a puntos como este. Cruzar Santiponce
y llegar el momento de nuestro desayuno. Al otro lado de la carretera, lugar
que vieron nacer y que sirvió de hogar en su día a Adriano, Teodosio y Trajano,
emperadores de Roma y sevillanos de Itálica.
Momentos de satisfacción al
vernos a tan buena hora y con este tramo ya cubierto. Reponer fuerzas con un
buen desayuno y continuar con nuestro camino a través de esa
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La imagen de un padre a un hijo de lo que fue la aventura de su primer Camino |
pista ancha, recta
y de varios kilómetros que nos hace llegar a Guillena. A su mitad, un arroyo
nos hace buscar alternativas para cruzarlo. A pesar de la sequía lleva bastante
agua. Esta vez lo cruzamos por la izquierda. Recuerdo como recientemente los
peregrinos había creado otra senda mas cómoda por la derecha. En nada estábamos
descansando en uno de los bancos de la plaza del ayuntamiento de la localidad,
pero esta etapa aún no había terminado. Mi mujer y unos amigos nos esperaban
para darnos ánimos y traernos unos bocadillos y refrescos de los que daríamos
cuenta en pocas horas. Tan sólo nos quedaba unos 18 kilómetros para llegar a
Castilblanco de los arroyos.
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Reponiendo en Guillena |
Un poco sin rumbo, pero sabiendo
a donde íbamos, terminamos de cruzar este precioso pueblo que tan buenos
recuerdos trae de otras épocas. La rivera de Huelva nos esperaba y me traía a
la memoria aquella romería que llevaba a Torre la Reina. Los romeros pasaban por
aquí y mozos del pueblo esperaban con cubos para mojarlos a todos. Ahora
tranquilo, fue fácil cruzarlo y buscar la Cañada de Real de las Islas que nos llevaba
directamente a nuestra meta.
El terreno se hace incomodo en el
caminar. Las lluvias creaban cercos en el suelo y dificultaba el andar
continuo, teniendo que estar pendiente para evitar posibles torceduras. Hasta
ahora ningún peregrino, caminábamos solos. Conversaciones arreglando nuestro
mundo y el de los demás, lo bonito de iniciar la pausada subida a la sierra
norte de Sevilla, las plantaciones de naranjos y las encinas del camino,
hicieron que el tiempo pasara volando y no desfallecieran las fuerzas. Llegó el
momento de dar cuenta de esa tortilla entre pan y pan que tan apreciada es por
mis amigos por las manos y el cariño con que están hechas. Allí, sentados entre
piedras y a la sombra de un árbol, hacían sentirnos de lleno en el Camino. Gozo
por no haber tenido hasta el momento ningún problema físico que suele aparecer
en los primeros días de caminar. Y por fin la aparición de dos bicigrinos que
nos pasan deseándonos nuestro tan apreciado “Buen Camino, peregrinos”. Fue el
momento de seguir. Ya estábamos locos por llegar.
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Una primera parada comer y una segunda para un trago de agua |
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Encuentro con la familia y los amigos |
Tras pasar las rampas mas duras
de la Cañada,
por la pendiente y la pizarra, llegábamos a una pista más firme y llana con la
que daríamos a la carretera en un par de kilómetros. Muy a lo lejos, un grupo
bastante numeroso de personas, venían en sentido contrario al nuestro. Había
aclarado el día y serían algunos disfrutando de aquella tarde de sábado. Unos
niños se adelantaron del grupo al vernos aparecer. Eran nuestros hijos y los
viandantes nuestras familias y amigos. Aprovecharon ese día para hacer una
barbacoa en la parcela de uno de ellos y salieron a buscarnos al Camino. Abrazos,
saludos y besos para todos como si no nos hubiésemos visto hace meses. Fin de
fiesta en este caminar con los restos de aquella barbacoa con buenísima
compañía. A pesar de los más de 40 kilómetros estábamos como nunca y no pudo
haber tenido mejor comienzo nuestra primera etapa de la Vía de la Plata, desde casa.
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