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Arrancando el caminar |
Es sábado, se nota la
tranquilidad en las calles de Santoña. Todavía de madrugada, lo único que rompe
el silencio de las calles son los rodillos de un vehículo de limpieza y el
golpeteo de nuestros bastones en el suelo. No desayunamos mal en el albergue, a
pesar de las deficiencias con las que nos encontramos el día anterior. Estaban
de obras y no tuvimos luz en todo el tiempo que estuvimos allí. Así que con los
ánimos que dan el estómago lleno y las ganas de camino, empezamos a dejar atrás
las luces de la villa. Tan sólo un peregrino nos sigue en la distancia. Esta
vez seguimos escrupulosamente las flechas y nuestro perseguidor decide tirar la
carretera. En nada la primera torreta de la penitenciaría del Dueso y ese largo
caminar junto a su muro, con el olor de las marismas a un lado y los
funcionarios entrando uno a uno en el penal para el cambio de turno por el otro.
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Playa de Trengandín e iglesia de San Pedro en Noja |
Vimos amanecer en la playa de
Berria. Sin flechas, caminamos por la playa despacio, como temiendo la subida a
la que nos acercábamos poco a poco. A lo vertiginoso de subir casi 100 metros
en tan poco recorrido, le sumamos lo penoso de esa primera parte de la fuerte
ascensión caminando sobre arena, que hacía que el esfuerzo fuese aun mayor. La
recompensa arriba. A un lado la playa de Berria y al otro la de Trengandín. Si mala
es la subida, imaginaros la bajada, para caminar sin prisas. Ya abajo otros
pocos kilómetros de playa acompañados por los que disfrutaban de un paseo
mañanero en aquella templada mañana de sábado. La marea baja sacaba a relucir
cantidad importante de rocas que, salpicadas a lo largo de la playa y con esa
neblina mañanera, daban un aspecto único al lugar por donde caminábamos. La
desembocadura de una especie de riachuelo, de aguas de las marismas de
Victoria, nos hace salirnos y caminar entre las urbanizaciones cercanas a Noja.
Atravesamos la localidad bajo el recuerdo de nuestra amiga Izarra y sus
recomendaciones sobre el buen albergue que allí tienen. A nosotros nos tocaba
continuar.
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Camino a San Miguel de Mereruelo |
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Iglesia de San Miguel en San Miguel de Mereruelo |
Fue salir de Noja y seguir las
flechas por un entramado de callejuelas que igual te mostraban campos de
cultivo, fincas para ganadería o pequeñas parcelas con casas o urbanizaciones.
Cambiando continuamente de dirección íbamos movidos por nuestras señales
amarillas a la derecha o a la izquierda continuamente. El barrio de San
Pantaleón, a los pies de su ermita, sirvió de parada para comer algo de fruta
que llevábamos y apagar la sed con un poco de agua. Luego continuar con la
misma tónica de pequeños carreterines hasta llegar a la iglesia de San Pedro
primero y al pueblo de San Miguel de Meruelo después. Impresiona llegar a este
último y encontrarte con aquella gran iglesia a su entrada. Fue la foto que
elegimos para compartir con los amigos la experiencia de ese día y recuerdo lo
que gustó a mi querida Sonia Arias viéndola allá por la Argentina.
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Puente sobre el Campiazo |
Pasado el camuflado puente sobre
el Campiazo y toparnos con el nuevo albergue de Meruelo. Simpático el mensaje
de su fachada: “Santander 21 kms, albergue 21 cms”. A partir de ahí subida
tranquila pero constante, que cada vez nos
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Albergue de Meruelo y ermita de San Julián |
acercaba más a la meta. Al llegar a
la altura del camping, unos ciclistas venían en sentido contrario. Por cómo
iban adivinamos que nos tocaba bajar y bastante. Alguno de ellos llegó a
comentar que hacía tiempo que no pedaleaba por allí y que poco se acordaba de
esa subida que nosotros bajábamos ahora. Un pequeño descanso en una entrada de
la carretera que pisábamos y continuar para intentar llegar a la hora de comer.
A pocos kilómetros de nuestra
meta nos topábamos con la ermita de San Julián. A pesar de las ganas de llegar e
intentar comer en el albergue, nos dijeron en Santoña que la hora límite para
comer era cuando se llegaba antes de la una y media de la tarde, un cartel en
la puerta nos animó a visitarla. Se trataba de una exposición llamada “La Voz
del Peregrino”. Iniciativa del padre Ernesto Bustio, recoge dibujos y textos de
peregrinos que se alojaron en el albergue.
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La cabaña del abuelo Peuto |
Un pequeño repecho te hace cruzar
una cancelita de madera y entrar en la cabaña del abuelo Peuto. Toda una
experiencia convivir con los voluntarios congregados allí por el padre Ernesto
Bustio, así como escuchar esa conferencia que nos imparte el sacerdote cada
tarde sobre la creación del albergue y las idas y venidas que su vida dio hasta
terminar de nuevo en la casa que lo vio nacer. Agradable compartir con él la
mesa y la charla personal. Dos curas inigualables me he encontrado en mis
caminares. Blas Rodríguez y Ernesto Bustio comparten mi admiración. Al hablarle
al de Güemes sobre el de Fuenterroble de Salvatierra, me comenta que estuvieron
con él algunos de los que a la mesa comían con nosotros. Me comenta que despierta
esa misma admiración por el cura Blas, del que me dijo que lo que hace “es
admirable, no imitable”. Buena etapa la de hoy con un final para recordar
siempre.
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Güemes desde el albergue "La Cabaña del Abuelo Peuto" |
No seas quejicas, subir el Brusco no es el Everest, la bajada tampoco y dices bien las vistas son insuperables y memorables, la playa de Trengandin sí está sembrada de piedras y rocas, servidor hasta éste pasado Enero tenía un apartamento en la villa, pero en la otra playa, la de Ris
ResponderEliminarEfectivamente te dije que pasaras (al menos a Saludar) y dar un Abrazo de mí parte al Hospitalero del Albergue de Meruelo, Miguel Ángel Cuevas, no importa sé lo di personalmente el mes pasado en Barcelona dónde casualmente estábamos ambos
Y que decir de "La Cabaña del Abuelo Peuto" y de sus gentes, pues eso que son un referente
Mi reconocimiento a todo el equipo
Ultreya
Bueno, es una chincheta en el camino. Además piensa que la gravedad me atrae a mi bastante, con lo que tengo que hacer un poco más de esfuerzo. Lo del albergue de Güemes toda una experiencia y en cuanto a Meruelo me ha quedado claro, para la próxima me quedo.
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