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Albergue de Piedad en Boo de Piélagos |
Con la luz de los móviles
terminamos de aderezarnos para tratar de no despertar al joven Benjamín que
todavía dormía. Saliendo a la terraza volvíamos a entrar por la otra puerta
buscando la cocina del albergue de Piedad. Mil gracias a su madre que nos
preparó un bizcocho casero, que junto con el resto de cosas que nos dejaron
preparadas tuvimos un desayuno de diez. Y como el que va a trabajar, nos
acercamos a los andenes de la estación de tren para cruzar con transporte el
paso del río Pas, padre de unos de los valles más bonitos de toda la península.
Dejábamos atrás Boo de Piélagos y en cuestión de minutos nos ahorramos cerca de
ocho kilómetros de rodeo para acabar en la estación de Mogro.
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Camino a Requejada |
Fue cuando empezaron los dilemas
de esta etapa. Al salir a la nacional, flechas en dos direcciones totalmente
opuestas. El sentido de la orientación nos enviaba a la izquierda, la guía que llevábamos
a la derecha. Quisimos asegurar y coger esta última opción cuando el claxon de
un coche nos llama la atención. Una chica para y nos dice que sigamos por la
izquierda, que se evita un rodeo importante y por ambos sitios es carretera. No
lo pensamos y nos volvimos. A escasos 500 metros nuevas flechas en dos
direcciones, unas tachadas y otras no. Nos olvidamos de flechas y guías y tiramos
de GPS. Tranquilos divisamos el siguiente punto a superar, el río Saja. Antes,
en un bar de esa tranquila carretera un mensaje sobre una pizarra pintado con
tiza: “Feliz y enriquecedor peregrinaje”. Vamos bien.
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A la salida de Requejada |
Una pista de tierra nos saca a
Requejada y su polígono industrial nos acoge como lugar de descanso para un
trago de agua, pero algo no iba bien. Al retomar el camino, una niebla como
amarilla pero poco densa lo cubre todo. Justo al lado, una industria con dos
moles de almacenaje marcaban “Agua”. El sol se dejaba ver sin molestar a la
vista por esa polución que lo invadía todo. Durante unos kilómetros nos
acompañó en todo momento, no podía ser la fábrica. Nos enteramos que era el
fruto de los enormes incendios que asolaban Galicia y Asturias en este mes de
octubre y que hasta allí llegaban. Horrible como deberían de estar en el origen
que aquella niebla amarillenta.
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Entre Requejada y Camplengo, con la ermita de San Cipriano y San Cornelio |
Como no podía ser de otra manera
en el día de hoy, nuevo dilema. En una rotonda flechas en dos direcciones tanto
marcadas como tachadas. Agotados de tanta historia y guerra de flechas tomamos
la opción de la derecha sin mirar nada. Un carril bici nos lleva casi del todo
a Santillana del Mar, pero da un buen rodeo sin pasar por Queveda. No estaba
mal el paisaje, pero era molesto tener que estar pendiente de esas cosas a
estas alturas de camino. Antes de llegar, en el barrio de Camplengo, la coqueta
ermita de San Cipriano y San Cornelio, a un lado de la carretera.
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Santillana del Mar |
Siempre impresiona llegar a la
preciosa colegiata del pueblo de las tres mentiras, si lo haces como peregrino
más aún. Llevaba los pies un poco cansados y más bien calentitos, de tanta
carretera como llevábamos. Paré en el banco de una de sus calles para
descalzarme un poco, mientras José Manuel buscaba una tienda donde comprar algo
de fruta, eran las doce y media de la tarde. Ante mis ojos una peregrina en
sentido contrario como dando un paseo. La conocíamos de Güemes, era imposible
que hubiera llegado antes que nosotros. Lo primero que miro son sus pantalones
y sus botas, estaban libres de suciedad y de polvo. Rozaban la limpieza
absoluta. Me saluda y continúa para la colegiata. Nos saltamos los acantilados
de Güemes tirando por la carretera, no paramos en Santander y continuamos hasta
Boo. En Mogro nos ahorramos unos pocos de kilómetros por el aviso de la vecina.
Nadie nos adelantó y éramos madrugadores. Imposible.
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Ermita de Arroyo |
Decidimos seguir y acabar nuestro
caminar un poco más adelante, era demasiado pronto para dar por concluida la jornada. De
nuevo, campos de labranza y de ganado. En una de esos terrenos acotados, algo
muy particular. Unas llamas pastaban a sus anchas y resultaba curioso ver a
esos animales por allí. En nada la gran explanada que tiene a sus pies la
iglesia de San Pedro de Oreña. Nueva sorpresa. Aquel peregrino que cojeaba por
una tendinitis en Islares entraba en la iglesia. Nos miramos José Manuel y yo y sin decir palabra continuamos. En fin, teníamos que callar. En cierto modo, nosotros
evitamos el caminar de Boo a Mogro dando aquel tremendo rodeo. A seguir y ya
está.
Caborredondo nos recibía y el
albergue de peregrinos Izarra nos abría sus puertas. No estaba Alex, aunque la
acogida del hospitalero de turno fue muy agradecida. Sobre la pared un póster
de un peregrino conocido y querido. Bolitx “El Gran Caminante” estaba presente
y su alma nos acompañaría el tiempo que allí estuvimos.
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Ya queda menos |
Cuando hice ese tramo hace ya... ¿3 o 4 años? no estaba esa guerra de flechas en sentidos contrarios unas de otras (lo cual es un dilema atinar -la verdad-
ResponderEliminarBuenos principios y finales de etapa en cuestión de Albergues
Lo de los incendios muy lamentable
Ultreya
Sí que cuadramos bien los albergues, Fernando. En cuanto a los incendios, en el tiempo que estuvimos caminando no fuimos conscientes de lo grave que ocurría. Estábamos desconectado de todo. Fue al llegar a casa cuando nos dimos cuenta del desastre tan tremendo.
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