Monasterio de Uclés |
Recordando a Bolitx |
Sí, yo conocí a Bolitx, o al
menos me pareció recordarlo cogido de mi mano cuando formamos circulo en la
iglesia de Fuenterroble de Salvatierra, rezando el Padre Nuestro con el Cura
Blas.
Sí, creo recordarlo sentado a mi
lado en el multitudinario desayuno en el albergue de Estella, mientras
amablemente me pasaba la mantequilla.
Sí, parezco sentirlo detrás de mí
subiendo El Perdón, mientras llovía a mares y el barro se encajaba en cada una
de las ranuras de las botas.
Sí, parece que lo veo sonriente
en Arrés, aquella noche que se presentó voluntario a lavar los platos de la
cena, mientras yo a su lado los iba secando.
Sí, sin dudarlo creo que era
aquel peregrino con el que me comí un bocadillo de tortilla de tres huevos
cuando llegamos a Betanzos.
Sí, allí estaba, subiendo las
escaleras de Pasai San Pedro contento de caminar por su tierra, mientras al
resto nos costaba mantener el aliento.
Sí, pienso que era él, aquel
peregrino con el que compartía el racimo de uvas cogido de aquellas vides por Tierra
de Barros, camino de Almendralejo.
Sí, yo conocí a Bolitx, o al
menos me pareció recordarlo, y además tengo la seguridad que seguiré encontrándomelo
en mis Caminos a Santiago, porque ya forma parte de esos héroes del Camino que
dejaron huella, que son ejemplos del caminar y reflejo del peregrino anónimo
con el que nos cruzamos en el día a día de nuestro peregrinar.
Recordando sus palabras |
“Que el amanecer se cubra con un
manto de enigmas, y que, esquivos se escabullan rayos de Sol entre la espesura.
Y acaricien las piedras y mitigue las sombras, y alumbren mi senda. Y que el
rocío desborde en los prados, y así luzca refulgentes, y verde sombrío. Que los
sellos y los sueños de besos sean, que de boca a corazón se susurren historias,
y se tornen leyendas, y un juglar medieval las recite pasados mil años. Que las
miradas se crucen para deleitarse en los brillos, y que los pasos en los
atardeceres vaguen largos, y lentos, y sabios. Que en los cobijos, del amparo
cuelgue un brasero de antaño, que a las raíces profundas jamás arribe la
escarcha y que las encrucijadas sugieran un poniente que no marchita el
anhelo...
...que yo, así transcurran
lustros, estaré preparado.”
Finalizo con las palabras de una
madre, que nos dice que tanto en los Caminos que llevan a Santiago, como en el
de la vida, allí estará Antxon González Gabarain esperando para recibirnos.
Dedico este post a todos y cada
uno de los que allí estuvimos viviendo este instante de nuestras vidas. También
al recuerdo de dos viejos sopladores de vidrio, venidos en tiempos de tierras
lejanas, y que casualmente formaron parte de sus vidas y la mía quizás sin conocerse.
Teresa, Antxon y yo sabemos de quienes hablo.
Yo también (modestia aparte) sé de lo que hablas
ResponderEliminarGracias por la dedicatoria de esta entrada de tu blog, gracias por haberte acercado Uclés... a mitad de camino de nuestros respectivos domicilios, gracias por acompañarnos, gracias por tu amistad, gracias por ser tan gran persona
Y hasta esté próximo mes de Septiembre que nos volvamos a abrazar
Buen Camino
Gracias a ti por tus palabras, Fernando. Será en octubre cuando nos veamos. Un abrazo.
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