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Kilómetro Cero en la Puerta del Sol |
Entre los veintitrés y
veinticuatro florecidos abriles nos encontrábamos, cuando decidimos encajarnos
en un piso que le dejaron a mi amigo, y ahora cuñado Pedro, en San Fernando de
Henares. En nada harán veinticinco años de aquel verano en el que, con un Opel
Corsa y un Ford Escort, cinco amigos y
mi entonces novia vivimos esa gran aventura que era salir de Andalucía y
descubrir la capital de España. Sentimientos de amistad, ilusión, ganas de ver
y el recuerdo de todas y cada una de las jornadas disfrutadas en una ciudad
nueva para nosotros. Que difícil era que algo pudiera salir mal aquellos días
en Madrid.
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Plaza Mayor |
Y en mi cabeza revolotean
aquellos primeros pasos tempraneros, donde el cercanías nos dejaba en Atocha para
allí coger el metro camino de la Puerta del Sol. La primera sensación, por
aquellos pasillos que conducían de un lado a otro, eran las prisas con las que
caminaba la gente, todos corrían. Desayuno de pie en un bar estrecho, alargado
y lleno de personas en la calle Tetuán, cercana a esa plaza del oso y el
madroño. Después nuestros pasos nos llevaban por la calle Mayor a su Plaza, sin
que faltara la comparación con esa otra conocida de la ciudad de Salamanca.
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Palacio Real |
Pasos
que luego nos acercaba a la Plaza de la Villa, con la sencilla fachada del ayuntamiento
de la ciudad. Y pasos que nos hacían descubrir la catedral de La Almudena y el
Palacio Real, donde la casualidad quiso que nos encontráramos a vecinos de
nuestro pueblo en el mismo turno de visitas que el nuestro. La tarde de paseo
por la plaza de España, tratando de buscar la marca de alguna bala perdida en
el bronce de don Quijote y de Sancho. Sentados, relajados, admirando el enorme
edificio España que preside la plaza y que no pasa inadvertido, para apagar el
día pasando por las puertas del Senado con la admiración del que estudiaba la
carrera de derecho del grupo.
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Palacio de Comunicaciones |
Y rebuscando en mi memoria
aparece otra jornada con un paseo tranquilo por la Gran Vía madrileña, para
llegar a la calle de Alcalá y a esa plaza de la Cibeles. Allí te encuentras a
la Diosa de la Madre Tierra rodeada de la grandeza del Palacio de
Comunicaciones, el edificio del Banco de España y el Palacio de Linares, y de
esos bellos paseos como el de Recoletos y el del Prado que la cruzan. Pero
seguimos por Alcalá hasta llegar a su puerta, que gana en majestuosidad al
verla a simple vista, acostumbrado a verla en fotografías. Pero el plato fuerte
se acercaba justo detrás, al perdernos por aquellas calles perfectamente
ajardinadas del Parque del Retiro.
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Lago y Palacio de Cristal del Parque del Retiro |
Paseos con nombres de muchos países americanos
con los que descubrías sus fuentes, su esplendoroso y concurrido lago, la
estupenda ubicación de su Palacio de Cristal y, por encima de todo, la vida que
los madrileños le dan a este lugar con sus paseos, sus reuniones de amigos, sus
distintas formas de hacer ejercicio o con la simple lectura de un libro en uno
de sus bancos o con la espalda apoyada en el tronco de algún árbol. Salir por
el Casón del Buen Retiro, que todavía albergaba una de las maravillas
pictóricas de nuestra tierra, ante que se lo llevaran al Reina Sofía. El
Guernica de Pablo Picasso ocupaba el salón central, mientras que los pasillos
estaban repletos de los bocetos que el malagueño dibujaba parcialmente antes de
plasmarlos en aquella obra maestra. Mi recuerdo para aquel profesor de historia
del colegio, cuando algunos años antes don Luis nos explicaba todos y cada uno
de aquellos personajes que aparecían en el cuadro. Gracías Luis, buen provecho
le dimos. Cansados de tan intenso día, volver por la Carrera de San Jerónimo y
hacernos las fotos oportunas junto a los leones de las Cortes, a las puertas
del Congreso.
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Museo del Prado |
Y sin querer me vienen a mi mente
el resto de días. Como aquél que lo dedicamos por entero al museo del Prado. Espera
a la entrada y bastantes horas de caminar por salones con paredes cargadas de
arte, cambiando de plantas admirando a los grandes de aquí y de allá y donde
aprendí un poco más de pintura gracias a mis amigos y a Goya, que tenía una
exposición especial aquel día. Aquél otro que nos desplazamos bastante lejos
para llegar al parque dedicado a Tierno Galván y donde disfrutamos del Planetarium,
algo muy novedoso para nosotros en aquellos tiempos y donde alguna se quedó
dormida. O ese otro, en el que por primera vez visitamos un museo de cera,
cerca de la Plaza de Colón, y con aquella visita al museo de arte contemporáneo,
cerca de las facultades y que nos dejó un poco desorientados a algunos.
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Plaza de Colón |
Y como éramos unos niños, querer
dedicar el último de aquellos maravillosos días al zoológico. Acostumbrados a
los cercanos de Jerez de la Frontera y de Córdoba, aquél nos parecía algo muy
sorprendente, por la amplitud con la que contaban todos los animales que allí
había y todo el espacio que ocupaba el recinto.
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Zoo de Madrid |
Por último, algo que veíamos por primera vez. Un delfinario que puso broche al zoo y a aquella visita
del último día en Madrid.
Siempre en el recuerdo, aquel sueño loco hecho realidad de Helenio, Rafael, Daniel, Pedro, Isabel y mío. Seis veinteañeros que hace un cuarto de siglo conocimos la Villa de Madrid. No quiero caer en aquello de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. Quizás tengamos que hacer el esfuerzo de traer al presente aquellas formas sencillas de hacer las cosas, para ponerlas en práctica y tener el futuro que queremos, no el que nos venga. Nunca más volví a estar en Madrid. El Deseo de Volver siempre está latente en mi pensamiento y espero pronto disfrutar de esta gran cuidad nuevamente.
Ja ja ... otro punto cero como el del Obradoiro... el caso es que no recuerdo haberlo visto in xitu...
ResponderEliminarJa ja ... otro punto cero como el del Obradoiro... el caso es que no recuerdo haberlo visto in xitu...
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