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Arcos de las Termas de Centcelles |
Muy azulado se levantó la mañana
de aquel viernes de septiembre en la ciudad de Tarragona. Hoy abandonaríamos la
que fue capital de la
Hispania Citerior Tarraconensis para ir en busca de la
desembocadura del Ebro y conocer el delta del río más caudaloso de España. Por
el camino, las paradas necesarias para conocer lo más importante del sur de
esta provincia catalana.
Y es a pocos kilómetros de
nuestro despegue cuando un desvío nos dice que paremos y visitemos la villa de
Centcelles. Ruinas romanas de lo que fue el mausoleo de Constante, señor de la
villa de Constanti. Parte de su precioso mosaico sobre la bóveda aún se
conserva, así como los arcos de lo que fueron sus termas. Breve parada, justa y
necesaria para conocer parte de ese legado tan importante de Roma en estas
tierras.
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Miravet desde el Ebro |
Después de esa parada, coger
carretera dirección sur. La
N-420 nos hace subir un par de puertos y algún que otro
collado, teniendo siempre a la derecha la tan recordada y querida Serra de
Montsant. Y así, después de cruzar por primera vez el Ebro, nos topamos con la
muralla del Castillo de Miravet. Infranqueables por su altura guardan en su
interior un restaurado castillo templario con su patio de armas, sus almenas,
una iglesia románica y dos torres, la del tesoro y la de la sangre, con alguna
leyenda templaria guardada entre sus muros. Desde su torre más alta, unas
vistas preciosas del pueblo y de un Ebro que serpenteante parece ir más
despacio para estar más tiempo contemplando tanta belleza desde allí abajo. Me
parece escucharle decir que se quiere quedar allí, que no quiere ir a morir al
Mediterráneo, pero sigue su curso sin poder detener su discurrir.
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Barca en Miravet |
Después bajar al pueblo, pasear
por sus calles y por aquel paseo al lado del río que hará las delicias de sus
habitantes en las calurosas noches de verano. Un tiempo después vi fotos en
blanco y negro de cómo soldados cruzaban por ahí mismo, en aquella guerra que
enfrentó a hermano contra hermano en la batalla de Miravet. Irnos sin poder
dejar de mirar atrás y cruzar el Ebro de nuevo, esta vez en barcaza. Sin motor,
el barquero monta coches y peatones y, aprovechando la corriente, un entramado
de cuerdas y un timón, hábilmente te pasa a la otra orilla, haciéndolo como se hacía siglos
atrás.
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Tortosa y monumento a la batalla del Ebro |
Sigo por la C-12 no despegándome de
nuestro río, que nos acompaña para llevarnos a Tortosa. Aparcar y caminar,
empezando la visita por su precioso parque Teodoro González. Después por sus
calles y entre sus casas, hasta desembocar en la enorme catedral de Santa
María. Mi recuerdo de uno de sus ábsides que veía como crecía hacia el cielo
con otros más pequeños encima, soportados por esos pináculos y arbotantes que
el gótico creó para que resistieran el paso del tiempo. De allí subir al
castillo de la Zuda,
con una tremenda pendiente por el barrio del Castell. Arriba hermosas vistas de la catedral, la ciudad y, cómo no, del Ebro dando vida y luz a Tortosa, destacando entre sus aguas el monumento erigido a los que perdieron la vida en aquella batalla del ‘38. Me parece escuchar a nuestro río decir que se quiere quedar allí, que no quiere ir a morir al Mediterráneo, pero sigue
su curso sin poder detener su discurrir.
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Delta del Ebro |
Sólo quedaba, para acabar el día,
llegar a Deltebre, con el fin de montarnos en uno de los catamaranes que te
hacen ver el Ebro mucho más cerca, navegar por el Delta. Arrozales, cañaverales,
carrizales y muchas aves te hacían sentir parte del Parque Natural. Buenas las
explicaciones de nuestro guía sobre su formación y su historia. La problemática
sobre las presas hechas al Ebro y los diferentes trasvases de sus aguas, que
hacen que afecten muy directamente a toda aquella zona protegida, al no llegar
el caudal suficiente. La voz de ese río resignado que ve en su delta la mejor
forma de fundirse con el Mediterráneo, de formar parte de él. Hasta allí lo
acompañamos, hasta su misma desembocadura, despidiéndonos con el deseo de
volver a cruzar sobre él, ya sea por tierras catalanas, aragonesas o riojanas.
Pues sí, volveremos.
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Desembocadura del Ebro |
Pincha aquí para "Tarragona. La Mussara, Prades, Siurana, Scala Dei y alguna que otra leyenda"
Esplendido reportaje de una zona de mi tierra...que apenas conozco. Magnificas imagenes y un texto descriptivo que hace que uno ande por estas tierras ribereñas. Un abrazo, Guillermo...y continua con " el deseo de volver".
ResponderEliminarGracias Armand. Me alegra que te guste. Ya sabes, la tienes muy cerquita y cualquier escapada es buena, sobre todo por esa sierra de Montsant. Buenos paseos tienes por allí y mejores vistas. Una abraçada, amic.
EliminarNo cabe duda de que sabes poner la miel en lo labios para que se nos despierten las ganas de vistar los lugares que describes. Conozco bien la zona ya que vivo cerca, poco más de una hora distancia. Lo cuentas tan bonito, que ya tengo "deseos de volver". Gracias.
ResponderEliminarSí que lo tienes cerquita, Pilar. De hecho tienes una ruta importante que es la de los Tres Reyes, en el que están incluidos como pueblos importantes Alcañiz, Morella y Tortosa
EliminarPerfecto maestro... y comercial de agencia de viajes.... lo "vendes de maravilla" ... solo un pero más que una barca parece un coche lo que hay en la foto... :-p Gracias no pares... Abrazos Willy...
ResponderEliminarLo de la barca en realidad eran dos barcas alargadas y con el entarimado que se ve encima, formando así la base. Entraron tres coches, osea que aguante tiene.
EliminarMuchas gracias, Pedro.