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Inicio del Camino Inglés en Ferrol |
Apesadumbrados días los que atravesaba en el plano laboral. Haciendo
honor al dicho de “febrerillos locos”, así me encontraba yo entre principios y
mediados de este mes de veintiocho días. Un no parar en el trabajo, con la
mente inquieta y con el pensamiento descontrolado. Tenía que romper un poco con
todo y que mejor que probar con el Camino. El Camino a elegir tenía que poderse
realizar en unos días, que fuera solitario y que acabará en Compostela. Elegí
el Camino Inglés desde Ferrol. Iría sólo y no lo comentaría con nadie. Meses
antes, mi compañero de caminos Helenio, lo culminó en cuatro días pero con
etapas agobiantes de hasta casi cuarenta kilómetros algunas. Había que
planificar aprendiendo de su Camino para tener la cabeza más pendiente de mí,
que de posibles tendinitis y malos tragos. A pesar de todo pregunté.
Guillermo: Pedro, voy a
aprovechar estos días y me voy al Inglés. ¿Tú lo habías hecho antes? Cuéntame
como te fue y detalles que pudieran venirme bien.
Correjaco: Quizás sea el que me
quede por hacer. No lo he hecho nunca. Me voy contigo, Willy.
Guillermo: No Pedro, lo hago
sólo. Necesito pensar, ordenarme un poco. Necesito soledad.
Correjaco: Está bien, lo respeto.
No te puedo ayudar.
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Amaneciendo sobre la ría de Ferrol |
Tampoco atravesaba el viejo Correcaminos
por buenos momentos. Después de pensarlo me decidí. Le diría que viniera
conmigo. Pero tendría que cumplir una serie de compromisos conmigo si quería
acompañarme: Caminaríamos siempre juntos, don Tripodio tenía que hacer su
trabajo y se tenía que dejar fotografiar, no cabía lugar la discusión o el
enfado, y la última que se quedará para él y para mí sin que sea aquí
desvelada.
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Paseo del Xubia |
Nuestro caminar comenzó el 24 de febrero.
El día anterior lo dedicamos a hacer turismo por Coruña y el Ferrol. Calentando
piernas para los días posteriores. A las siete y cinco de la mañana salíamos de
la pensión Zahara, con esa mueca que tenemos todos al iniciar cualquier Camino.
Íbamos buscando la ría de Ferrol para bordearla. Nuestra meta estaba esa etapa
en Pontedeume. Junto a la ría, y a ese olor tan peculiar que desprenden,
caminamos hasta encontrarnos con la iglesia de San Martín de Xubia, para llegar
por un magnifico paseo, donde repusimos fuerzas, a la alargada localidad de
Neda. Tras los oportunos sellos, continuamos nuestra marcha hasta Fene. Cruzar
la nacional y la decepcionante indicación de Ferrol 5,5 kms., si hubiéramos
tirado por el puente sin bordear la ría. Nada podía con nuestra ilusión esa
primera jornada. Y mucho menos con un día soleado y con una temperatura ideal
para caminar.
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Plaza de la Magdalena en Cabana |
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Santiago en Pontedeume |
Llegar a Cabana y a su esplendorosa playa
de la Magdalena,
y tiempo para una cerveza y una coca-cola. Era el momento de ponernos en
contacto con Juan Rico. Este señor era el encargado del albergue de Pontedeume.
Días antes, estuvimos contándole, por separado, nuestra intención de quedarnos
en el albergue. Nos comentaba que el albergue era nuevo. Se estrenó en octubre.
No tenía calefacción ni mantas. “Tienes que hacer lo que puedas por conseguir
un par de ellas”, le decíamos por separados cada uno de nosotros. “Juan estamos
en Cabana, llegaremos en treinta minutos”. “Estoy en el edificio de los
juzgados, pasado el puente a la derecha. Tirad hasta el fondo y allí nos
vemos”. Efectivamente, no había mantas ni calefacción. Pero Juan se encargo de
ir a comprarnos un par de ellas y que sobre las ocho y media nos la llevaría al
albergue. Que ya se las cobraría al ayuntamiento. Un fuerte abrazo desde estas
páginas para Juan por hacer dormir a dos peregrinos con mayor confortabilidad.
Ya sabéis, si paráis en Pontedeume, al menos dos mantas hay.
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Pontedeume |
Después de la comida, vinieron un par de
orujos y la visita del maravilloso pueblo. No faltó el sello de la iglesia de
Santiago, donde se conserva un Santiago sedente hecho por un discípulo del de
la catedral de Compostela, según nos contaba la encargada de la iglesia que
tuvo a bien enseñárnosla. Después, comprar algo de fruta para la cena, cenar y
el placido sueño que te acoge el primer día de Camino. Buena esa primera jornada
de 28 kilómetros que nos marcaba el cuentapasos, siempre exacto, de nuestro
Pedro Correjaco.
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