Saliendo de Mérida |
Fresca se levantó aquella mañana
de junio a la salida del albergue de Mérida, suponemos que por el gran
chaparrón caído el día antes que nos hizo llegar chorreando a nuestra morada de
aquella noche. Nos despedimos de nuestro hospitalero dándole muchos recuerdos
para Molina, el canario que tenía en el albergue y que nos acompañó, en la
tarde del día anterior, en nuestras charlas mientras se secaba la ropa.
Caminábamos sin haber amanecido aún, al esperar que fuera día de calor, y
Alcuescar estaba a unos 36 kilómetros. Nuestro primer deseo era encontrar algún
bar para calentarnos el cuerpo con un buen Colacao y algo de comer. Fue pasar
el arroyo Albarregas, con su magnífico acueducto, y continuar saliendo de la
ciudad, entre casas primero y almacenes después. Nada abierto, con lo que
arrancamos en ayunas.