Saliendo de Casar de Cáceres |
A pesar de estar bien entrado el
mes de septiembre, las ventanas y portalones del albergue estaban abiertos de
par en par. No sé si era el tremendo calor, la algarabía de juventud en la
plaza o las campanadas del reloj del ayuntamiento, pero estuve casi toda la
noche despierto y con la inquietud que me daba el no descansar para la dura
etapa del día siguiente.