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miércoles, 29 de enero de 2025

Alcaracejos.

Empezando a bajar el Calatraveño
Empezando a bajar desde el Calatraveño
Nos dejamos ir en el despertar de aquella fría mañana. Esperamos con un buen desayuno a que rompiera el amanecer para evitar ese frío que provoca la salida del astro rey. A pesar de que la baja temperatura calaba, un pequeño repecho se encargó de mitigar un poco la sensación de frío que parecía querer adueñarse de nosotros. Fue allí, en aquel cruce que desviaba al Puerto del Calatraveño, donde eche la vista a un lado. Posiblemente, quise imaginar los pasos del Marqués de Santillana cuando, partiendo de allí camino de Santa María, se encontrara en un verde prado de rosas y flores a la moza más hermosa: La vaquera de la Finojosa, según me contaba mi amigo Armand de la boca del poeta de Carrión de los Condes. Así afrontábamos la gélida mañana camino de Alcaracejos.

Bajando al Cuzna
Camino del Cuzna
Fue el momento de empezar a bajar y ya nos advirtieron de hacerlo con cuidado. Comenzaba el barranco de la Calera que se dejaba adornar con bastante piedra suelta, al que se le unía lo resbaladizo del rocío congelado durante la noche. La sombra dada al camino por matas de jara y pequeñas encinas a los dos lados, hacía que aquellas piedras no perdieran el envoltorio de hielo que las cubría. Nada que no cure la paciencia de caminar sin prisas y sabiendo dónde vas poniendo los pies. La recompensa estaba por llegar, ya se presentía que la llanura del Valle de los Pedroches estaba por llegar.

Casa de Ensueño
Casa de ensueño
Río Cuzna
Río Cuzna
Buen tramo el que teníamos ahora. Se empieza a perder lo abrupto del terreno, las fincas son cada vez más numerosas y quedaba poco para llegar a la cota más baja de la etapa. Y fue precisamente al llegar a la ribera del Cuzna. Para cruzar, la ayuda de unos pivotes como en el paso del día anterior, sólo que esta vez las lluvias de días antes llegaron a cubrirlos para ponérselo más difícil si cabe al peregrino que lo circunda. No hubo que descalzarse sino que buscamos la alternativa. Con la vista al otro lado vimos que la tierra formaba una especie de dique natural que nos ayudó a vadearlo. Estábamos a mitad de camino.

Camino a Alcaracejos
Camino a Alcaracejos
Ya la subida se hizo más leve y las fincas empezaban a tener más vida. Cerdos ibéricos en piaras yendo de un lado a otro, perros guardianes cumpliendo con su labor de ladrar al que se acercara, apacibles caballos pastando y algún que otro ciervo como mascota. Eran los animales que se dejaban ver en nuestro suave ascenso, por una pista agradable al caminar. En nada, parcelas de encinas con vacas suizas a su sombra, buena tiene que ser la leche que den estos animales nada más que por el entorno en el que vivían. Y buena fama la que tiene, entre otras cosas, esta tierra gracias a ella.

Vacas en dehesas
Vacas lecheras de bellota
Ermita de San Sebastián
Ermita de San Sebastián
La pista continúa y cada vez mejor asentada. Bancos de piedra en mitad de la nada y la llegada al Pozo de la Benita hace que pisáramos asfalto después de muchos kilómetros sin hacerlo. Apenas pasaban vehículos por aquella carretera comarcal que nos llevaría rectos hasta nuestro fin de etapa de hoy, el pueblo de Alcaracejos. Antes de llegar, la sencilla ermita de San Sebastián, toda encalada y con tejas árabes protegiéndola, nos invitaba a sentarnos un rato, tomar el último trago de agua y hacernos relajar con las magnificas vistas de las blancas casas de su pueblo. Pertrechados de nuestros atuendos, cruzamos el pueblo hasta llegar a su corazón en la Plaza de los Pedroches. Alcaracejos, cruce de caminos ya en el Valle de los Pedroches. Lo mejor, un nuevo descubrimiento culinario que no conocía: El pulpo de los Pedroches. Algún día contaré lo delicioso de este manjar.

Alcaracejos
Alcaracejos

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