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Primeras señales saliendo de Castro del Río |
Dos mantas puestas dobles sobre
el saco de dormir en el que pasé la noche en Castro del Río, evitaron que
pasara frío aquella madrugada del cuatro de enero de este año, a pesar de la
baja temperatura que tenía el albergue. Costó trabajo echar para abajo la cremallera
y vestirse, la habitación estaba helada. Pegamos el portazo, cerrando bien el
albergue y me acerqué a dejar las llaves en la policía local, donde me esperaba
el mismo funcionario municipal que me las dio el día antes. Deseos de buen
camino por su parte y me uní a Antonio, Pedro y Juan en el bar que había justo
al lado del Circulo el Liceo. La iglesia Madre de Dios fue testigo de mi
partida por aquellas calles y sin amanecer, antes que salieran el resto de
peregrinos.