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Ría del Nervión, Puente de la Salve y el museo Guggenheim |
Chiquillos con habla extranjera,
terminaban de desayunar ayudados por su monitores en el comedor de aquel hostel
en el corazón de Bilbao. Podríamos decir que fue inusual nuestro despertar aquella
mañana, principalmente por la tranquilidad que nos daba levantarnos para una
etapa corta, por el desahogo de saber que caminaríamos entre calles ese día y
por esa sensación extraña que nos daba el continuar sabiendo que lejos de allí
un amigo partía de forma definitiva y no estaríamos allí acompañándolo. Difícil
y meditada situación a la que llegamos José Manuel y yo el día anterior. Estábamos
completamente seguros que Rafael hubiera votado por seguir con nuestro caminar
por tierras vascas. Y así hicimos, queriendo buscar al Nervión y dejando atrás
la concurrida plaza Moyua, la de San José y el Guggenheim.